Hoy es domingo, me desperté de madrugada a las 9:30 porque mi hora normal es a las 10. Tal vez no me desperté sino que me despertaron, mi mamá me dijo que ya estaba el desayuno y debía apurarme para ir a misa a las 10:30. Tomé desayuno y luego me metí de nuevo a mi cama a ver algún programa de reportajes como todos los domingos, alegando que a las 10 con 5 minutos me empezaría a alistar. Cambiando de canal me entretuve en history o discovery con un programa sobre el origen de la vida. El hecho es que ya se me iba haciendo tarde y mi mamá, ya con una voz de mayor autoridad, me dijo que me aliste o íbamos a llegar tarde. No sin antes sentir molestia le obedecí, molestia porque a nadie le gusta que le digan que hacer, que le ordenen algo, o que le hagan ver que está haciendo algo mal, aún cuando en este caso ella tenía la razón. Decidí que no iba a poner mala cara porque me cortaron el programa que quería ver, aunque sea 1 minuto más, sino que iba a estar tranquilo.¡Una cosa tan insignificante estuvo a punto de malograr la mañana!. Me alegro que no fe así.
Si escribo esto es porque me gustó mucho la misa a la que fui. Como pocas veces escuche cada lectura de forma de poder recordar de qué habían tratado cuando el padre empezó con su homilía. Hubo una en especial que decía que debemos hacer nuestras alegría más grandes que nuestras frustraciones; desanimándonos, estresándonos, temblando de miedo por algo que aún no ha pasado, o pasándole el miedo a otros por lo que nos ha pasado. Uno debe ver la vida como lo que es ¡vida!, la Tierra tiene 4500 millones de años, poniendo todos los ceros son 4 500 000 000 de años y nosotros vivimos como máximo 100, somos 6,776,524,145 de habitantes (09/08/09 a las 12:35) y aún así cada uno puede hacer el cambio que necesitamos.
Hay que reir, reir es bueno, incluso es saludable, salud emocional habla coca cola y fuera de ser un slogan publicitario tienen razón. Hay que dar nuestra mejor cara a los demás, a los que nos agradan y a los que no, a los que están tristes pues puede ser que se les contagie un poco la alegría, a nuestros padres y amigos, a los que no conocemos o a los que no queremos conocer.
Finalmente el padre hizo algo que pocas veces he visto, en medio de la homilía pidió al músico que estaba ahí que toque una canción, y tratemos de entenderla, "Se la sabe maestro?", le dijo. La canción se llama "el granito de mostaza".